La narrativa argentina ha poblado la llanura de maneras diversas: mitología gauchesca, truculencias de la política, acertijos policiales, atisbos de quietud contemplativa o indios refinados, platónicos y emprendedores. En los cuentos de Crespo no hay nada de eso. La pampa sojera es un escenario constreñido por el cálculo; en él se ha aniquilado toda maravilla, cualquier ilusión de idilio. La tradición de Crespo es la de Hudson y en cierto modo la de Conti: el sustantivo da el clima, la materia es el eje de la frase, el detalle lateral forma el estilo, los personajes son sus modos y sus actos. Una pecera, un ciego de perspicacia alevosa, desvelos del cultivo, lluvia o sequedad sin pathos, objetos dentro de una mochila, cuerpos que caen del cielo, una vieja actriz que se transmuta en la campesina grosera que le invitan a interpretar, la suerte de los insectos. Los personajes se relacionan con la misma actitud con que miran el campo; son súbditos o beneficiarios de la soja, la odian en causas y efectos. Nadie tiene un medidor de anormalidad ni especula sobre el fenómeno inconcebible. El narrador tampoco; si odia la soja o tiembla, más fuerte es la curiosidad. La médula de estos cuentos es una atención abierta, sin propósitos. Al evitar que como tantas veces lo raro se vuelva fantástico, Crespo descubre en cambio el acontecimiento oculto, y lo muestra.

- Marcelo Cohen

Fosfato de Manuel Crespo

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La narrativa argentina ha poblado la llanura de maneras diversas: mitología gauchesca, truculencias de la política, acertijos policiales, atisbos de quietud contemplativa o indios refinados, platónicos y emprendedores. En los cuentos de Crespo no hay nada de eso. La pampa sojera es un escenario constreñido por el cálculo; en él se ha aniquilado toda maravilla, cualquier ilusión de idilio. La tradición de Crespo es la de Hudson y en cierto modo la de Conti: el sustantivo da el clima, la materia es el eje de la frase, el detalle lateral forma el estilo, los personajes son sus modos y sus actos. Una pecera, un ciego de perspicacia alevosa, desvelos del cultivo, lluvia o sequedad sin pathos, objetos dentro de una mochila, cuerpos que caen del cielo, una vieja actriz que se transmuta en la campesina grosera que le invitan a interpretar, la suerte de los insectos. Los personajes se relacionan con la misma actitud con que miran el campo; son súbditos o beneficiarios de la soja, la odian en causas y efectos. Nadie tiene un medidor de anormalidad ni especula sobre el fenómeno inconcebible. El narrador tampoco; si odia la soja o tiembla, más fuerte es la curiosidad. La médula de estos cuentos es una atención abierta, sin propósitos. Al evitar que como tantas veces lo raro se vuelva fantástico, Crespo descubre en cambio el acontecimiento oculto, y lo muestra.

- Marcelo Cohen